domingo, 31 de enero de 2010

(Zacatecas)

IDEA Y COORDINACIÓ:
Arq. Rafael Monsalvo Martínez
FOTOGRAFÍA:
MM/arquitectos, Humberto Matalí Hernández, vm/arte y diseño
APUNTES:
Víctor Manuel López Wario

(Agradecemos la orientación y el apoyo de don Manuel Herrera Pérez, la hospitalidad de los susticacanenses y las facilidades por parte de las autoridades locales.)
La carretera federal número 53 a Guadalajara, tras un recorrido de 7 kilómetros aproximadamente a partir de Jerez de García Salinas, nos coloca -a la derecha- en la ramal con 9 kilómetros que llega a Susticacan considerado "pueblo tipo" en esa zona zacatecana.
Prácticamente a la entrada de este asentamiento, cuyas calles empedradas o cubiertas con concreto poco muestran la huella del tránsito vehicular, está un humilladero con la imagen de la Vírgen de Guadalupe a quien la gente le debe el milagro de "no permitir que estallaran unos cartuchos de dinamita colocados para desgajar el cerrito y ampliar el camino".
Un kiosco amoriscado de cantera rosa adorna la pequeña plaza ceñida con la herrería tradicional empotrada en columnas y esquineros de piedra blanca. Las pequeñas fuentes en los prados arbolados llevan la mirada hacia la base de la mínima construcción en donde hay unos bebederos labrados en cantera gris con figuarción de cabecitas leoninas de las que alguna vez brotara el agua para sosiego del caminante.
Hacia abajo, camino al río, seis hombres comparten el frescor del espacio arbolado y con un "buenos días o tardes, lo que toque" colman la curiosidad por el fuereño que interrumpiera su convivir.
Las constucciones en su mayoría de techo bajo y planta amplia cuyos muros de piedra -y en otros casos con adobe recubierto- poseen los marcos de sus puertas y ventanas de cantera rosa, gris o en combinación, y, en los espacios baldíos, nótase por el aroma, su uso para la guarda del ganado vacuno, mientras al frente de las construcciones, ya sea con el producto de la alfarería o con la piedra, una sutíl sombra producida por la plantas y flores, decora las fachadas con cuidados macetones externos.
Todo es limpieza en estas calles, aséo prevalente hasta el recorrido que nos acerca a la traza natural de un río sin corriente.
Hacia arriba, en la calle principal, una casa blanca es el espacio para el pequeño museo local en donde la escultura indígena está presente junto a las muestras de los implementos de labranza y los instrumentos para la destrucción humana durante los movimientos bélicos que impactaron a la tranquila región; el rústico mobiliario, los aperos y los artefactos para la vida diaria en el pasado reciente.
El nombre de Susticacan, población fundada en el transcurso de 1562, al parecer es una corrupción del vocablo tarasco "etsosticacan" cuyo significado es algo cercano a la idea de "lugar de cañada fuerte" y fue establecida al amparo de San Pedro Alcántara a cuya advocación los primeros pobladores construyeron una capilla de traza sencilla cuyo acceso, con arco de cantera labrada, soporta un ventanuco que destaca en el encalado muro frontal. Al lado izquierdo de su frente, una bella torre cuadrangular con baquetones angulados soporta el tambor ochavado del cual surge una torrecilla para anclar el definitorio símbolo religioso.
En la misma plataforma de concreto adornada con largos pasillos de pasto de donde surgen los árboles y las palmeras decorativas, frente con frente a la capilla de San Pedro Alcántara, asienta su planta la Parroquia, -construcción con mayor labranza y solidez [1704] dedicada a la Vírgen del Rayo- cuya nave plana recorre el techo hasta el fondo donde antecede al bello retablo a dos niveles en tríptico, con tres nichos semimudejar en el inferior, en el superior -al centro- la imagen patronal flanqueada por sendos ángeles en actitud reverencial, conjunto enmarcado con el juego de columnas estilo corintio rematadas con un copón cada una.
Ya de regreso, a las espaldas, el Ahuichote evidencia con su disminución el distanciamiento a Susticacan; mientras, arriba, en un cielo azul Goitia, un halconcillo camuflado entre nubes gruesas y oscuras escondidas tras la Sierra de Cardos, son promesa para un río reseco y un campo árido con aisladas nopaleras y magueyes mústios.
Tranquilidad y limpieza.
Sencillo y bello el kiosco en la plaza de Susticacan.
Testigo ancestral de los tres espacios de la vida.